jueves, 10 de junio de 2010

Rich MatthewsEN LAS LOBREGAS PROFUNDIDADES DEL GOLFO DE MEXICO - Salto del bote hacia una enorme mancha de petróleo que flota en el mar, la más espesa y roja que he visto. No veo nada y hace apenas cinco segundos que nos sumergimos.

Bajo la superficie, a unos 60 kilómetros (40 millas) de la costa estadounidense del Golfo de México, lo único que veo es petróleo. Izquierda, derecha, arriba, abajo: Flota en charcos gigantescos sobre el agua o está suspendido a cinco metros de profundidad en pequeñas pelotas.

No hay nada vivo bajo la mancha, sólo veo una medusa y algunos pececillos muertos. Estoy solo porque los otros buzos que venían conmigo no quieren sumergirse sin trajes especiales para sustancias peligrosas y con mi máscara cubierta de petróleo no me sumerjo profundamente.

Es todo muy silencioso y, la verdad, aterrador. La visibilidad es extremadamente baja. Paso 10 minutos en el agua tomando fotos y video. Quiero que la gente tenga una visión distinta del derrame, algo que no han visto hasta ahora. También estoy ansioso por salir del agua. Vuelvo al bote sin conciencia de todo lo que me cubre. Probablemente me parezco a uno de esos pobres pelícanos que todos hemos visto durante días.

El petróleo es espeso y viscoso, como masa cruda para pastel. No se quita fácilmente. Hay que pelarlo capa por capa hasta llegar cerca de la piel. Adicionalmente, después hay que echarse detergente lavavajilla y raspar con fuerza. Pienso que ningún pez o ave o tortuga podría quitárselo por sus propios medios. Un animal que cayera en este charco prácticamente no tendría escapatoria.

Tardo media hora en limpiarme lo suficiente para que el capitán me permita volver a bordo. Estoy limpio, me paro. Sin embargo, tengo petróleo en las plantas de los pies, así que de vuelta al agua y volver a empezar. Otros 30 minutos y por fin puedo volver al bote.
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